Para quien sabe lo que significa una contribución al entendimiento colectivo ceñido al valor de la información desde el punto de vista educativo, siempre es perentorio abordar el análisis. A veces representa un reto válido a pesar de que la dimensión de los temas amenace con alterar la paciencia del lector. A ese momento no quedan alternativas cuando el hecho histórico, las citas bibliográficas o de contenido colateral se imponen, a pesar de que traten de ser evitadas en aras de la brevedad.
El tema sugerido: entender cuáles son y por qué, las ideas rescatables en cuanto a lo político, desarrolladas durante el siglo XX y su conexión con las coyunturas vigentes tras concluir la primera década del presente siglo; parece demasiado ambicioso dentro de los límites de un artículo. De esa suerte, quizás, el intento desemboque en el propósito de un mini-ensayo en el que las citas y las referencias más amplias puedan aparecer en una posterior versión. Desde mi punto de vista resulta ineludible, que en el tratamiento del tema propuesto, trate de explicar la invalidez del argumento ideológico de funestas consecuencias.
Vale la pena intentarlo para probar la vigencia de la esencialmente antagónica dualidad “éxito-fracaso” que acaparó un buen número de años durante la pasada centuria y que algunos pretenden validar –sin dejar de lado las experiencias negativas- en la actualidad. La mejor manera de explicar esa hipótesis es definirla desde el comienzo: todo lo intentado a la sombra de la predominancia y la fuerza –casi hermenéutica- del argumento ideológico, se convirtió en consecuencia en un corolario del fracaso. Otro argumento sería entonces y a resultado de lo anterior, la invalidez de las ideologías como óbice en el éxito y los avances del conocimiento contemporáneo y su relación con los seres humanos más allá de la política, la ciencia pura, la filosofía, la tecnología y más bien en lo sociológico y psicológico. Pongamos por caso el de la literatura y sus resultados como expresión del argumento social.
“En las temporalidades, territorios y posiciones de muchos de los escritores del presente ya no se enfrentarían clases sociales ni partidos nacionales porque sus sujetos serían entidades-identidades, externas-internas, diaspóricas, en relación con esas divisiones y esas esferas.”(1)
Más adelante se agrega:
“En ese sentido podría decirse (…) que muchas de las escrituras del presente son ambivalentes en cuanto a las posiciones políticas e ideológicas (…) porque no reconocen las divisiones ideológicas que generan estas esferas (…). Por eso serían paradojales o pudieran leerse de varias maneras. Estas escrituras mostrarían la pluralidad de políticas que aparecen cuando se borran las esferas políticas convencionales y las ideologías que conllevan.” (2)
El diapasón que abarca nuestra proposición es hexavalente, pero puede ser abordado a diferentes niveles –si por ello entendemos y nos circunscribimos a la esfera de las ciencias sociales, a las que otros denominan humanísticas. Aquí habremos de acudir, en primera instancia, al aspecto que puede considerarse histórico. Revisando los argumentos no es secreto para nadie que el eje central del siglo XX está conformado por el exitoso engranaje de una trilogía compuesta por la ciencia, la libertad económica manifiesta en el libre mercado y el avance de las comunicaciones que toma cuerpo en el descubrimiento y desarrollo de Internet y los avances de la era espacial que en gran medida lo han permitido. (3)
Pero si confrontamos el aspecto histórico; la imbricación anterior ha tenido el mismo escenario geográfico, socio-cultural y político idóneo; a saber, la civilización euroccidental que habiendo tenido que superar numerosos escollos representa el éxito frente al fracaso del estatismo y la falta de movilidad incapaz de situar en posiciones de vanguardia amplios sectores de la humanidad. Habría que reconocer que aún en occidente los reductos que acusan una mayor influencia de la negatividad ideológica han quedado atrás y de espaldas al futuro. No importa cuán intenso pueda ser el esfuerzo demagógico por justificar lo injustificable, esos afanes siempre han de ser interpretados en el retablo de una escenografía ideologizada y de común inválida.
De lo anterior da cuenta la historia de Hispanoamérica –uso éste término con la más absoluta intención-que ha evidenciado una marcada influencia, además multisecular, de factores como la ortodoxia religiosa (católica, aunque en menor cuantía también de otros orígenes) en contubernio con la distribución hereditaria de la propiedad territorial por medio de la herencia y que dio lugar a la existencia de grandes latifundios a imagen y semejanza de la metrópoli española hasta la independencia ocurrida en la segunda década del siglo XIX.
“Con semejantes vagidos el parto democrático en Hispanoamérica, habrá de efectuarse en condiciones de alto riesgo para los millones de habitantes en los diferentes países del continente. Una herencia común, nada envidiable desde el punto de vista histórico, debía hacer aún más difícil el alumbramiento. El factor hereditario de la vinculación a España, ex metrópoli de la mayoría de las repúblicas latinoamericanas y durante una buena parte del siglo XX gobernada por un caudillo de mano férrea, constituyó un elemento muy a tono con lo que la “madre patria” (aparece entre comillas en el original) habría dejado como herencia política a sus ex colonias del siglo XIX: la distribución de la propiedad territorial –cuasi feudal- en lo económico, y el más acendrado caudillismo en lo político”.(4)
De vuelta al tema de la influencia de los tres aspectos antes citados resulta alarmante la idea de que, fuera del mundo occidental no hubo ningún aporte notable e imperecedero al desarrollo de la humanidad durante el siglo XX. Muy a la saga quedaron los descubrimientos matemáticos y cosmogónicos de árabes y chinos al socaire del oscurantismo medieval en la Europa de Carlomagno; en consecuencia la cruda realidad del argumento anterior, se hace ostensible. Casi de una manera precipitada se habla de choque de civilizaciones (sic) y de culturas y es evidente que la razón no está del lado de la frustración y el oscurantismo representado por los elementos reaccionarios y conservadores dentro del Islam, por ejemplo, que promueven una guerra santa –Yihad- a la que ven como una contra cruzada postmoderna para enfrentarse a occidente. Habiéndose puesto término a la dominación multisecular de la península ibérica con la Reconquista, el oriente árabe se estancó en medio de la ortodoxia religiosa e ideológica que ha congelado sus posibilidades en el marco de una querella local cuyas alternativas de solución deberían comenzar por el reconocimiento –algo casi imposible- de sus propias e irrefutables limitaciones.
Prof. José a. Arias.
Prof. José a. Arias.
Continuara
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