Sunday, April 21, 2024

EL MITO DEL LÍDER: EN EVITACION DE CONFUSIONES A FUTURO

 


Hace mucho que lo pienso aunque es difícil expresarlo en unos pocos párrafos y complacer la impaciencia de los que rehúyen invertir minutos de su tiempo en evaluar e interpretar evidencias. Insisto y es lo que creo: entre el propósito y la ulterior realidad de la revolución cubana siempre hubo un distanciamiento culposo y absoluto personificado en la figura del líder.

El propósito en particular tuvo, como en muchos casos de procesos similares, raíces afincadas en necesidades inmediatas conculcadas a nivel colectivo por un régimen dictatorial precedente; así, las reivindicaciones que se proyectaban originalmente a partir de un reclamo de justicia no solo eran aparentes, la nociva influencia de un gobierno dictatorial, de facto, las justificaba desde la necesidad de una perspectiva plural y en el marco de sus circunstancias temporales.

Debe entenderse que los procesos revolucionarios, primero en la isla – colonia, luego en la isla – república, siempre fueron mediatizados por la influencia de factores diversos y ajenos que más que orientar los destinos insulares por derroteros idóneos ― algo que bien pudo ser posible ― se frsutraron ante la radicalización de ciertos liderazgos y su atomización, circunstancia incompatible con la estructuración de la democracia como forma de gobierno (algunos simplifican los hechos aludiendo al caudillismo como un vicio ancestral y, aunque en parte lleven razón, ello solo es un argumento entre otros)

Generalmente los procesos revolucionarios en la modernidad ― donde no es excepción el caso que nos ocupa ― se representan por intermedio de la subversión de un ambiente político – social enrarecido por el predominio de un voluntarismo personal hegemónico (dictaduras de derecha) o la ruptura mediante cancelación de un régimen monárquico, o producto de la pertenencia a un sistema colonial, o la presencia de un dictador que se hace con el control del poder, casi siempre, mediante el recurso de violentar la institucionalidad, aunque pueda ser necesaria cualquier transformación. Otros procesos se originan como consecuencia de la supuesta ― o real ― necesidad de un reordenamiento político que a la larga no justifica la deriva dictatorial de sus representantes (algunas de las dictaduras de izquierda) (1)

Es probable que a partir de la confusión que se crea a nivel popular dada la urgencia de la necesidad de cambios políticos, la demagogia proyectada por la persona del líder encuentre un nicho desde el cual se justifiquen los desmanes, se desconozca el criterio colectivo y se ignore como recurso una forma colegiada en la definición de las variables políticas a considerar. Entonces aparecen manifiestas las debilidades psicológicas en la personalidad del líder: el voluntarismo, el personalismo y se impone el criterio individual que suele ser irracional porque está sujeto al limitado umbral de una sola visión; no importa cuan reconocida ni brillantemente expuesta pueda ser considerada. Signada por el individualismo y aferrada a la unívoca propensión de sus particulares propósitos la imagen del líder se galvaniza y se convierte al proyectarse, potenciada, en idea infalible, concomitante de lo que debería ser su antónimo.

Fue eso lo que sucedió en Enero de 1959 en Cuba; un mito que venía gestándose con apenas un poco más de un lustro de anterioridad ― 1953 ― (2) encajó en circunstancias que se precipitaron, más que como consecuencia de una derrota, producto de la decisión de un individuo que, si bien enfrentado a una situación de desgaste en que había empeñado los escasos recursos de apoyo con que contaba, abandonó la partida antes de que el jaqueo a que estaba sometido, no solo por la acción de la guerrilla, se convirtiera en mate. Era, en añadidura, víctima del infalible desgaste del poder mediante su uso y abuso durante un largo período anterior.

En consecuencia, la realidad se impuso y trascendió al propósito; fue una necesidad del líder ― no del liderazgo, porque nunca existió como tal ― imponer su criterio como ya venía haciéndolo en función de “jefe”, comandante de una guerrilla en que sus acólitos nunca fueron otra cosa que sus subordinados desde los tiempos del enfrentamiento al ejército nacional en las serranías orientales de donde procedía y cuyo medio le era familiar en el más estricto sentido de la palabra.

Baste recordar que solo cinco meses después del triunfo, el 17 de mayo, se firmó en La Plata la primera ley de reforma agraria que no fue otra cosa que la redactada y propuesta como Ley 3 de la Sierra Maestra con ciertos empastes y añadidos jurídicos agregados y sin que el ministro de agricultura, posteriormente fusilado, comandante Humberto Sorí Marín, conociera el contenido de su articulado final antes de su promulgación; por cierto, muy criticada por ciertos elementos del PSP, incluido su secretario general Blas Roca, enfrentado por entonces a los titulares acusatorios de Revolución. El periódico, frente a los críticos titulares de Hoy, órgano oficial del PSP

Desde su residencia en Cojímar donde se originó la demanda de su aprobación definitiva, la primera ley de reforma agraria fue un acto de voluntarismo del líder, sin revisión ni sujeción a propuesta de ninguna índole para alterar su formato; o resultaba aprobada según sus presupuestos, o no lo sería (3) y, de ahí en sucesión, nada escapó al poder de su voluntad omnímoda. Uno a uno, fueron cayendo los tradicionales bastiones de resistencia cívica llegándose a una temprana coincidencia en la aplicación concreta de promesas que nunca se materializaron; la Constitución de 1940 no se reivindicó y los estatutos que el régimen anterior utilizó para gobernar sin ella fueron sustituidos por la promulgación de leyes revolucionarias que en la práctica se aplicaron mediante decretos. Es curioso observar que en tal sentido la evolución ha sido mínima y en la mayoría de los casos vinculada a la necesidad de perpetuar la voluntad unipersonal del líder y en la que tales prácticas tuvieron su origen. Ya para tiempos de la segunda ley de reforma agraria (1963), se nombró a Carlos Rafael Rodríguez de reconocida militancia comunista al frente del INRA y a conveniencia manifiesta del líder “…hay muchos comunistas honestos y sinceros cuya participación debe ser tenida en cuenta…” (4)

Entre 1959 y 1976 se entronizó otro régimen dictatorial caracterizado de izquierda  y amparado bajo el engañoso proyecto populista; el líder, teniendo como ariete el carismático efecto de su discurso  y una inusual energía para no desperdiciar oportunidad alguna de proyectarse mediante el uso ― y, sin duda, abuso ― de la palabra; acusó, impugnó, condenó, demonizó y eliminó cualquier potencial oposición, inclusive, dentro de los límites del socialismo abierta y definitivamente vinculado a las principales figuras del antiguo PSP (5) Colofón del proceso de depuración y su vínculo, vino a ser la anunciada creación del Partido Comunista y el anuncio de su comité central por el líder, actuando como juez y parte y a condición de perpetuidad.

No es propósito medular aquí, hacer historia que con más o menos detalle muchos conocen, si no, llamar la atención a cerca de que el período en cuestión le sirvió al líder para afianzar su poder personal caracterizándolo mediante una relación de equivalencia en la práctica con todos los perfiles del representante de una dictadura; eliminación física de opositores mediante la reactivación de la pena de muerte, encarcelamiento por razones políticas para quienes asumieran públicamente discrepancias con sus propuestas, propósitos y determinaciones, nepotismo evidente (las razones son obvias), control absoluto y censura de los medios de comunicación, procesos electorales espurios en esencia y amañados en sus resultados, cancelación de la separación de poderes e instauración de un gobierno de facto que por su origen debe ser catalogado como una dictadura militar, sesgo reforzado y mantenido hasta hoy.

Frente a esta cápsula definitoria y definitiva, hay poco que agregar:

Un dictador es un individuo que forma un gobierno donde toma decisiones sin limitaciones constitucionales definitivas. El dictador tiene poder absoluto. No se les responsabiliza de sus acciones y son libres de hacer lo que quieran, incluso, limitando la libertad y el derecho de los ciudadanos” (6)

Consecuentemente sobreviene un proceso de “institucionalización” (1976 – 2002) que en la práctica no fue otra cosa que el tránsito de la dictadura a la estructuración de un régimen tiránico basado en la radicalización del proceso y cimentado en el ejercicio del totalitarismo orgánico y piramidal, verticalmente estructurado mediante el unipartidismo.

El período en cuestión sirvió de marco a la precipitada intromisión de lo que hasta entonces era un notable precedente; la acción imperialista de la URSS al fomentar y consolidar su base de avanzada en el hemisferio occidental y una suerte de privilegiada acción estratégica de la expansión del “outer ring”, con especial significado en la geometría de la geopolítica y la búsqueda del equilibrio en la correlación internacional de las fuerzas que se disputaban la hegemonía en medio de la guerra fría.

La dictadura, en franco proceso de fortalecimiento y mediante su transformación en tiranía, no tuvo escrúpulos en ofrecerse como medio para la materialización de los propósitos del imperialismo soviético asumiendo y exhibiendo una total abyección al estalinismo que estuvo vigente y de cuerpo presente hasta la muerte del dictador georgiano en 1953 y, estructuralmente, en sucesivos gobiernos que después de Khrushchev llevaron al poder a Breznhniev, Andropov y a Chernenko hasta su muerte en 1985

Todo fue una copia adaptada a las condiciones del socialismo tropical y duro del reducto insular caribeño; en lo económico, la planificación a priori, base de la estructuración de la supuesta institucionalidad política y en lo militar, la reedición de los niveles de ordeno y mando de las castrenses y primitivas entidades a un nuevo formato al estilo Pacto de Varsovia, que obsoletas, aún caracterizaban los tiempos del ejército rebelde. Absolutamente nada escapó a la influencia del sovietismo que sirvió personalmente al líder para reforzar y proyectar su poder, solo que al precio de asumir el rol de adoptar, sin abandonar su tradicional e insana terquedad e indiscutida posición de liderazgo personal al interior, el papel de procónsul del sovietismo en occidente e incondicional defensor de la ideología marxista – leninista entre los países del que, aún, se definía como tercer mundo.

Mediante la elección del líder al frente de los No Alineados en la conferencia celebrada en La Habana en septiembre de 1979 y junto a la participación en el CAME desde 1972 la tiranía se afianzó mediante la galvanización económica que le proveyeron las ventajas conseguidas con relación a la URSS y el bloque euro oriental de los países bajo la férula soviética tras la terminación de la guerra mundial en 1945.

En el período cronológico descrito se puso una vez más de manifiesto el voluntarismo del líder que, al contar con significativos recursos, se desempeño como el gran hacedor en función de sus caprichos personales surgidos de su imaginación e inabordables más allá de su indiscutido criterio, todos, devenidos a la larga en graves errores conceptuales que fueron debilitando las potencialidades reales que pudieron materializarse en beneficio de la población y del país. Lo que pudo ser visto como logros positivos en materia de políticas sociales, poco a poco se fue transformando en la descapitalización y la carencia de recursos al coincidir con las descabelladas ideas y propuestas que respondían al inevitable personalismo del líder. No hay mucho que agregar ante la precipitada debacle ocasionada por la desaparición del bloque soviético a partir de 1989 y de la propia URSS en 1992

¿A dónde condujeron al país las desacertadas decisiones asumidas a contrapelo? La respuesta adoptó una rara y controversial denominación: “período especial en tiempos de paz”, aunque para la población fuera la evidencia acumulada de todo lo mal hecho y de los horrendos resultados del voluntarismo. De nueva cuenta aparecieron como consignas de resistencia ― supuestamente ― popular y revolucionaria una serie de sofismas que pretendieron eludir las causas reales de la crisis : se desempolvaron, reactivándolos, los argumentos relacionados con “el bloqueo” del que el propio líder se había proclamado vencedor en pleno apogeo de lo que el acuñó bajo la frase, bastante costosa para los proveedores, (7) de “ayuda solidaria y desinteresada de la URSS y los países del campo socialista” (sic)

A pesar de que el inicio de la década de los 90´s marcó el inicio de la crisis estructural y multiorgánica que identifica al régimen hasta hoy, tuvo un hiato con la llegada al poder de Hugo Chávez en Venezuela; con absoluta predisposición a capitalizar mediante una solidaridad basada en la experiencia de explotar a conveniencia el parasitismo como recurso a nivel de sobrevivencia se consiguió acceder a una precaria y limitada capacidad  de equilibrio a condición del desgaste paulatino de los pocos recursos contables. Comenzó entonces un proceso de autodestrucción de la entelequia revolucionaria tipificado por una crisis no superable en el contexto de las actuales condiciones; ¿cómo negarlo cuando los hechos demuestran lo contrario?

En conclusión, una de las columnas estructurales de la demagogia, el antiyanquismo, encontró una plataforma proyectiva en el ejercicio de una actitud de sometimiento, aún más evidente y comprometedora que cualquier alusión a previas dependencias de lo foráneo en tiempos de la isla – república.

Versiones fundadas en el amañado quehacer de nuevos amanuenses (re)escribiendo a ultranza la Historia nacional, solo han conseguido que lo único real, tangible y visiblemente manifiesto sea la incontrastable realidad de que la dependencia de un régimen basado en la planificación de la economía desde arriba ― centro del poder absoluto ― va de la mano de la prevalencia del totalitarismo político conducente a la perpetuidad del socialismo duro como única alternativa y con todas las consecuencias que de ello se derivan.

Hasta donde se aprecia en los escasos remanentes dispersos del sistema sobre la geografía planetaria no es posible demostrar lo contrario. La última constitución aprobada en 2019 pone en recuadro nuevamente el papel del PCC como organismo rector del estado, la nación y la sociedad…lo que por decisión personal del líder fue reiterado en 2002 en las reformas a la constitución de 1976 atribuyéndole, no solo el papel directivo a perpetuidad, si no también acreditándole infalibilidad.

De hecho, hay lógica en la continuidad del desastre porque, ni se puede hablar de progreso, ni resistencia creativa, ni seguridad alimentaria, ni victorias pírricas 2015 que ni a instancias de tal carácter se manifiestan, Todas las medidas emanadas a partir de la gestión burocrática de tecnócratas y dirigentes políticos incondicionales no se cumplen porque no existe voluntad de cambio que ponga en perspectiva la posibilidad real de solucionar los problemas.

El discurso se hace denso y resulta motivo de incredulidad entre la población victimizada por el efecto de situaciones materiales atenazantes e inmediatas; no es posible articular uno creíble en medio de carencias elementales atribuyéndole como única causa la incidencia de elementos foráneos que cada vez más se contradicen con las insólitas y descabelladas versiones oficiales.

Julio de 2021 fue un parteaguas en la urdimbre de mentiras y despropósitos que se conjugan entre promesas a futuro reiteradamente incumplidas, porque hizo visible la participación popular en la respuesta y obligó a definiciones que develaron los verdaderos propósitos del régimen, negado a reconocer sus fallos tanto como a asumir sus responsabilidades más elementales como gobierno, mostrando a la vez una supina incapacidad y tratando de desplazar las verdaderas causas del deterioro a la tradicional querella , siempre a la mano, con EE.UU., comodín de un viejo conflicto de aproximación – evitación que, ni con mucho, desplaza en importancia al verdadero existente entre población y (des)gobierno que solo se sostiene mediante el empleo de la fuerza ejercida por los órganos reppresivos y se decanta mediante una respuesta por intermedio de la fuga masiva de los que han perdido la esperanza.

No es posible decir cómo, ni cuando se producirán cambios, ni en que sentido habrán de orientarse, pero se ha roto la inercia y la reiteración de la protesta es la prueba. Hoy, la falta de identidad entre propósitos y realidades que alguna vez signo definitivamente el proceso, se ha tornado en reconocimiento y denuncia de los únicos y verdaderos culpables y eso es importante porque esencialmente apunta hacia una interpretación colectiva de cuan erróneo significado entraña el hecho de priorizar voluntades humanas para desconocer el papel trascendental de las ideas.

NOTAS.

(1). Después del auge del Socialismo del Siglo XXI y el vínculo directo de Hugo Chávez con Heinz Dieterich, varios políticos y sus representantes de partidos de izquierda se vincularon a la teoría en Latinoamérica y sus líderes llegaron al poder mediante elecciones democráticas. Luego, el llamado Socialismo del XXI fue adquiriendo características diversas según los países y la actitud tomada por sus representantes declarados en favor de la variante propuesta por Dieterich, que ciertamente terminó rompiendo con el propio Chávez. El caso Venezuela es típico de la deriva hacia el ejercicio del poder dictatorial.

(2). Fue después del frustrado ataque al Cuartel Moncada en Santiago de Cuba el 26 de Julio de 1953 que la figura de Fidel Castro adquirió proyección nacional. Hasta ese entonces era un personaje activo en el ambiente universitario de la principal casa de estudios de la capital del país donde se graduó de abogado en 1950. Mas tarde fundó el movimiento 26 de julio y organizó del yate Granma que lo llevó de México a la isla junto a otros expedicionarios, encabezando la guerra de guerrillas para sacar del poder a Fulgencio Batista.

(3). Thomas, Hugh.- CUBA: LA LUCHA POR LA LIBERTAD. Capítulo 92: Reforma Agraria: política y crisis, pp. 961 – 976 Vintage español. Random House, NY 2013 Traducción Nery Daurella.

(4). En varias de sus frecuentes comparecencias en televisión nacional, tras la eliminación de las ORI (Organizaciones Revolucionarias Integradas), de corta vida ― poco más de un año ― y la fundación del PURSC (Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba 2015 ― Marzo de 1962) Fidel Castro comenzó a proyectarse pública y frecuentemente en favor de los líderes del PSP más conocidos. La designación de C.R.Rodríguez al frente del INRA en 1963 fue evidencia de ello; la cita es de una comparecencia en octubre de 1963.

(5). Para una historia más completa de como las relaciones entre el 26 de julio y el PSP (Partido Socialista Popular) se intensificaron en los primeros años, ver: Monahan, James y Keneth O. Gilmore: COMO EL KREMLIN SE APODERÓ DE CUBA, Editorial Diana S.A., México D.F. 1963

(6). Imaginario Andrea, 10 Características de la Dictadura. Texto en sitio de INTERNET (www.significados.com)

(7). Fogel, Jean Francois y Bertrand Rosenthal. FIN DE SIGLO EN LA HABANA (Los secretos del derrumbe de Fidel Castro) T.M. Editores, 1994, Bogotá Colombia. Tercera y cuarta partes, pp 336 - 611

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