El criterio
generalizado para definir la idiosincrasia establece que es el patrón de
conducta, desarrollado o implantado, que se presenta en los individuos
pertenecientes a un grupo social, aunque puede encontrarse en un solo sujeto,
definiendo su personalidad, carácter y temperamento.
De lo anterior se
infiere que, entre el comportamiento de un grupo y su desarrollo psicosocial la
relación es muy estrecha, en consecuencia, la línea que separa la influencia de
lo psicológico y lo ideosincrático se vuelve muy fina en ocasiones, aunque
mantiene el deslinde necesario en campos conceptuales que se complementan sin
excluirse ni perder su definición.
Para el propósito que
nos ocupa, una definición genérica de idiosincrasia como la mencionada, no
satisface la argumentación que necesariamente hay entre una visión más
pormenorizada del asunto y la influencia de los condicionamientos psicológicos
sobre el mismo.
La idiosincrasia posee
un marcado componente social porque identifica las similitudes de
comportamiento en diversos ámbitos como las costumbres, el desempeño
profesional y los aspectos culturales; pero el término en su polivalente
significado (polisemia) nos ofrece un diapasón más amplio, fuertemente
vinculado, y de manera esencial, con los condicionamientos impuestos por
circunstancias que no son, precisamente, tradicionales.
En el sentido anterior
nos encontramos con una definición más específica y cuya interpretación nos
acerca al objetivo que se pretende demostrar. La idiosincrasia se debe a los
comportamientos que se pueden observar en una colectividad y que están siendo
persuadidos constantemente por una ideología desarrollada por un sujeto o un
ente externo considerado importante a su criterio, y cuya filosofía es
trasmitida y aceptada a través del conjunto por un integrante con una posición
jerárquica en el mismo.
El trasmisor (aquí la
comunicación desempeña un papel importante) deberá gozar de una alta
credibilidad dentro del grupo, es decir, asumir la posición de “jefe”, pues, es
una de las pocas opciones creíbles con las que se puede lograr un impacto a
nivel psicológico importante logrando que las personas restantes se sientan
cómodas de su imbricación con respecto al colectivo. Si tal condición se
manifiesta, el instinto social innato en los humanos se presenta en función de
la integración para que nadie (o ninguno) se sienta excluido o marginado.
Al seguir un
movimiento, la mayoría de los individuos no toma en cuenta si, como
consecuencia, sus actos podrían dañar su ser o destruir su reputación, sólo
siguen lo que los otros indican. He aquí la relación entre idiosincrasia y
psicología y en la cual, ni se desmerita la primera, ni queda fuera de contexto
o desvirtuada la segunda. Todo lo contrario; una evaluación justa no es
excluyente ni se contrapone al contenido socio-histórico tradicionalmente
reservado para definir idiosincrasia.
Desde el punto de vista
de la psicología social son los procesos de índole psicológica los que
determinan el funcionamiento de una sociedad y la interacción entre sus
diferentes componentes. Debemos entonces entender que son los procesos sociales
los que modulan la personalidad y las características de cada individuo, porque
son los fenómenos sociales y el entendimiento de las leyes que los rigen los
que determinan los principios por los que se produce la convivencia entre los
seres humanos.
Está científicamente
demostrado que en las manifestaciones personales: lenguaje, gestos y conducta
se manifiestan los patrones de conducta ― no necesariamente determinados desde
el punto de vista de la idiosincrasia ― adquiridos mediante influencia del
entorno generado en el ámbito familiar, influyente e influenciado a la vez, por
el entorno socio-económico prevaleciente.
En ese sentido el
sociólogo de origen polaco naturalizado norteamericano Kurt Lewin explica que “el
comportamiento humano solo puede ser cognoscible dentro de su propio entorno,
en su ambiente. La conducta, entonces, debe comprenderse como una mirada de
variables independientes (Lewin)… las variaciones individuales de la conducta
en relación a la norma están fuertemente condicionadas por la pugna entre las
percepciones subjetivas del individuo y el ambiente psicológico en que se
encuentra” (1)
De lo anterior se
infiere la importancia que ha de atribuírsele a la psicología social (sobre
todo) para entender la psicología de los grupos, en tanto todo colectivo tiende
a conformar una unidad de análisis con su propia idiosincrasia particular que,
además, lo antecede por ser anterior a su propia existencia. En consecuencia,
la psicología social trata de llevar a cabo un estudio ponderado entre lo
social y despersonalizado y entre lo subjetivo y particular.
INADAPTACIÓN SOCIAL Y
ACTITUDES MARGINALES
La inadaptación social
se define como la incapacidad manifiesta de una persona a la hora de adaptarse
a una situación determinada dentro del entorno en el cual vive y se desarrolla.
Los desajustes de la personalidad, los conflictos con el medio, el fracaso ante
los estímulos sociales suelen ser fuertes evidencias de inadaptación social.
Todo individuo enfrentado a tales situaciones estará al margen de la normalidad
social manifestando un comportamiento que discrepa con las pautas sociales
imperantes.
Todo individuo que
discrepa con su entorno social se identifica como un inadaptado social y
regularmente, su comportamiento discrepante y desafiante con relación a las
reglas sociales convenidas lo conducirán a una situación de marginación.
Tradicionalmente, quien
no se encuentre adaptado a la sociedad en la que vive lo estará por
determinadas circunstancias que acaecieron en su vida como el hecho de provenir
de una familia desestructurada y disfuncional, malas compañías o porque la
misma sociedad lo rechaza como consecuencia de la preferencia sexual, la
religión y/o la cultura con la cual se identifica. En contraposición, el
concepto opuesto, el de “socialmente adaptado” identifica a las personas que
aceptan y cumplen todas las condiciones y las conductas que estipula la
sociedad en la que participa. Aquí, hay un problema en tanto nos volvemos a
encontrar con la influencia que sobre la idiosincrasia ejercen situaciones
coyunturales provenientes y relacionadas con los argumentos socio-políticos
prevalecientes. El concepto de libertad así lo determina en sociedades
contrapuestas y basadas en presupuestos ideológicamente no conciliables.
En su teoría del “Determinismo
Recíproco” el psicólogo canadiense Albert Bandura (1925) introduce un argumento
importante en la evaluación de la conducta social del individuo y, alejándose
de las propuestas más tradicionales del conductismo, enfatiza en el aspecto
cognoscitivo para abordar el complejo problema de la formación de la
personalidad.
Bandura afianza su
teoría en la interrelación de factores como el ambiente, el comportamiento y
los procesos psicológicos individuales. Por esa vía Bandura interpreta aspectos
cruciales de la psiquis humana y los define utilizando el aprendizaje por
observación (a lo que llama “modelado”) y la auto-regulación. Pero, agrega,
además que, si no se es capaz de vivir de acuerdo a nuestros valores y
estándares, es probable que tengamos un pobre auto concepto y una baja
autoestima.
En el modelo
psicosocial, Bandura afirma que el intermediario es la comunidad, o un sistema
social en cuanto productores de bienestar y de recursos, o, bien al contrario,
causante de la situación de estrés social en que viven sus miembros. Así lo
demostró con experimentos de campo sencillos y convincentes y mediante los
cuales arribó a conclusiones capaces de evidenciar la influencia inmediata de
los estímulos visuales sin que deba mediar otra influencia que no sea la del
modelo.
En cuanto al objetivo
inicial, a saber, demostrar la relación entre idiosincrasia y psicología
(social) debemos concluir que, aunque no excluyentes, son evidencia de una
situación diferente que no procede amalgamar bajo una apariencia homogénea en
las manifestaciones de grupos o de un grupo específico. En ese particular la
idiosincrasia es precedente y el juicio individual y de grupo bajo condiciones
de inadaptación social y marginación algo muy diferente.
Es evidente que el
complemento de este trabajo, sobre todo en lo inherente a la motivación
personal, es materia y objeto de otros análisis (entendidos al pie del
significado en cuanto a descomposición del todo) que no constituyen, ahora, el
propósito. Sirva sólo para evidenciar las sutiles diferencias que se esconden
cuando no se tienen, como aquí se incluyen, los argumentos para interpretar un
tema mucho más complicado de lo que puede parecer (ver nota no. 2)
José A. Arias-Frá
(1)
Lewin, Kurt.- Teoría de la personalidad
en la Psicología Social. En: http://psicologiaymente.net
(2)
Escribí este trabajo motivado por un
excelente post en la red social Facebook escrito por mi amigo el Dr. Ramón
Colás bajo el título: “Los Guapos del Carnaval” A
raíz de su lectura, y algunos comentarios en los que pretendí aclarar, grosso modo, lo que aquí he ampliado,
sentí una inmediata necesidad de una más amplia explicación. También, por todos
los que tuvieron a bien su lectura y el consiguiente ofrecimiento de sus puntos
de vista.
Excelente. De Albert Bandura me he concentrado siempre en su tesis sobre el Determinismo Reciproco y su fundamentacion. Creo, tambien otros estudiosos del tema, que supera al conductivismo en su unilateralidad. Hay dos vias enfrentandose, y tiene logica, para comprender los efectos sociales sobre el hombre. El sujeto es el con su entidad humana interactuando tambien sobre la sociedad y recibiendo de ella sus influjos. La estabilidad de sus rasgos conductuales son, a mi entender, parte del asunto. Ellos definen el reflejo del entorno y su disposicion a conducirse en la sociedad.
ReplyDeleteGracias profesor Jose Antonio, por llevarme a Bandura, un injusto olvidado. Mi aprecio