Sunday, March 20, 2016

ALGO MAS SOBRE LA VISITA DE OBAMA A CUBA.

Si hay algo de lo que no se puede dejar de hablar hoy, es del regreso de un presidente norteamericano a Cuba; por cierto, sólo el segundo en esa azarosa historia de enconadas relaciones desde la inauguración de la república. Por razones lógicas y en el contexto, en situación muy diferente.

Para los empecinados amantes de la defensa del “socialismo cubano” y para decirlo según se proponen, lo único que se puede apreciar es la intención de establecer un hito a destiempo entre Calvin Coodlidge en 1928 y Barack Obama en 2016; si como han hecho algunos, se revisa lo publicado en Cuba en las vísperas de la presencia del actual presidente, pronto se descubre la intención de insistir en los propósitos espurios de un “procónsul”, que sigue siendo el principal representante del “imperialismo yanqui” Como si el tiempo no hubiera transcurrido, ni las cosas hubieran cambiado, al menos, en el resto del mundo.

Esa persistente vocación de congelar en el tiempo las circunstancias tiene hoy, sin dudas, su principal representante, no en el gobierno norteamericano, la persona de Obama, su presidente, o la actual correlación a nivel mundial; por el contrario es el estado cubano y su gobierno de más de medio siglo, lo único que no ha cambiado. Un hecho tan simple como la escenografía insular debería darnos la razón. Cuba es hoy un país congelado en el tiempo y según la opinión de los que se empeñan en justificar que así sea, una especie de oxímoron que no se justifica: mientras más se insiste en que 1959 fue un año de ruptura con el pasado y en que todo cambió para, según ellos, ser mejor; la imagen es la misma y en realidad, mucho peor.

En 1928, gobernaba una dictadura, la de Machado; que maniobraba para prorrogar el mandato del tirano valiéndose de aquella argucia anticonstitucional del cooperativismo, hoy, una dictadura de partido único enquistada en el poder desde hace poco más de medio siglo convierte a su máximo representante, también un general, en anfitrión del actual presidente norteamericano y, aunque no vaya en un acorazado de la marina, ellos prefieren insistir en comparaciones fuera de lugar. Así se ha enfatizado en Cubadebate, Granma, Juventud Rebelde, Trabajadores y por boca de periodistas voceros e intelectuales, cuya única función es evitar a toda costa que los hielos se derritan.

Creo que desde el restablecimiento de las relaciones diplomáticas, el gobierno cubano debió pensar que el presidente norteamericano iba a materializar su propósito de ser el primero en pisar suelo cubano después de 1959, para Obama es parte de su pretendido legado que rebasa el hecho de ser el primer presidente negro en la historia de la Unión, pero para Cuba es el tremendo dolor de cabeza con que tienen que lidiar sus gobernantes.

Si como se ha dicho, Obama es más popular hoy en Cuba que Raúl Castro –heredero designado por Fidel- ello responde las interrogantes en torno a la manera en que se proponen manejar la visita y lo que pretenda hacer, o no, el visitante. Tratarán de asumir una actitud displicente y diplomática, pero la imagen, aquello que se observa desde adentro y desde afuera, hace aquí más valedera aquella propuesta de que “vale más que las palabras” ¿O es que en la post-modernidad, los “asnos” se liman las “garras”?

Por supuesto que en la integración del quórum del Teatro Nacional los que allí estarán, habrán de aplaudir lo que diga el presidente norteamericano sin la más mínima muestra de entusiasmo; ellos no representan al pueblo, como tampoco el pueblo que llena las gradas del “Latino” para acudir en apoyo de Industriales, estará representado en el icónico estadio del Cerro, remodelado a paso de carga para sentar a Obama en el “palco presidencial” y ver a la selección nacional cubana enfrentar a los Tampa Bays Rays. Para observar con sus propios ojos lo que hace un gobierno de farsantes, cuando quiere y lo necesita, los asiduos miembros de la peña beisbolera capitalina del Parque Central, tendrán que esperar que todo pase. Al cabo, de algo sirvió, dirán.

¿Por qué no se convocó a la población, que sin mucho esfuerzo lo hubiera hecho, a dar al presidente Obama un recibimiento masivo? El observar los resultados hubiera sido algo así como aumentar la dosis de la cicuta. Recuerdo muy bien aquellos tiempos en que la Avenida de Rancho Boyeros se llenaba de gente a quienes se le cancelaban las labores, se cerraban las escuelas y se paralizaba el país para “dar la bienvenida” a los representantes de cuanto territorio se consideraba amigo: desde Brezhniev –un procónsul del comunismo- hasta cualquier dirigente de una entidad comprometida con los intangibles éxitos del socialismo.

Pero los de a pie en Cuba se encargan de manifestarse con esa empecinada admiración por lo que quieren ocultarles y a sus pretendidos dirigentes sólo les queda representar el papel de anfitriones que corroboran con su actitud, que no están dispuestos a cambiar, ya es muy tarde y en fin, lo que piensa y dice el pueblo, no les interesa. Creerán que exagero, pero hasta la escenografía escogida posee un simbolismo que pretende cumplir el objetivo de vincular al pasado y en consecuencia a los hielos del tiempo, al glaciar tropical (otro oxímoron) que los Castro y su gente no quieren derretir. Sin embargo, la bandera ausente por años de las barras y las estrellas no sólo permanece izada en los predios de la embajada, está a la vista, contra cualquier propósito, en las camisetas de los jóvenes, en los balcones remozados del casco histórico y hasta en las voluptuosas nalgas de las jineteras recorriendo La Rampa, el Malecón y el Paseo del Prado.

La gran diferencia es que esto sucede después de nueve presidentes norteamerianos (algunos de ellos ocupando la Casa Blanca en períodos consecutivos) y el mismo gobierno que le ha impuesto a los cubanos la familia Castro. Estoy seguro que si la trinchera no se hubiera convertido con los años en especie de un cráter lunar, carente de agua y muchas otras cosas, los aguerridos representantes del socialismo cubano la hubieran preferido, es más, aún no la abandonan del todo y si salen de ella para vestirse con otros colores, la desean para desempolvar los obsoletos uniformes y volverse a meter, metralleta en mano, en su interior. ¿A quién le cabe duda? Para quien tenga la paciencia de leerse las memorias del viejo Castro, quedará despejada cualquier duda.

Esperemos a que todo pase, que Obama y la primera familia de su paseíto por el casco histórico acompañados por el leal Leal y complete su agenda capitalina por los preconcebidos predios preparados con los vivos colores de la lechada para ocultar la churre y, que después de reunirse con un grupo de disidentes, los “históricos” suelten a alguno de sus perros amaestrados y…”tronados” –entre los cuales los hay de todas las épocas y por variopintas razones- para decir que “el imperio” en la figura de su principal representante, le “paro bola” a un “grupúsculo anodino” que en Cuba nadie conoce –claro, el “WIFI” no es suficiente y la gente en su uso limitado prefiere ver la imagen de sus familiares en el exterior por “IMO”- que son un invento de la prensa norteamericana y que se “dejen de ese cuento” (cita de Alarcón, a la periodista Jackie Nespral y de factura muy reciente)

Ahora, una cucharadita más, el concierto de los Rolling Stones; me imagino que allí estará en primera fila Abel Prieto exhibiendo su melena multiuso, al cabo que se inscribe en el mismo estilo de los chicanos que se amontonan para ver las bandas de la “raza” entonar corridos que glorifican al Chapo y al narcotráfico, pero que en Cuba y en su tiempo, eran motivo suficiente para ir a parar al invento del comandante “educativamente” concebido para corregir a los melenudos y los “traficantes” (UMAP) de todo lo que pudiera representar “diversionismo ideológico”, incluidos los Stones.

No quiero enfatizar en el pasado, pero debo hacer la salvedad de que si lo hago, no me aparto de la Historia, y de la más reciente –aún sus protagonistas detentan el poder. No como en el caso del Dr. Martínez Heredia, que se mandó un largo artículo en Cubadebate que leí hasta el final, para contar la historia del “imperialismo yanqui” en Nicaragua, Sandino y otras “glorias” (por supuesto sin mencionar el “corte chaleco” –averigüen los interesados y sabrán de lo que se trata) 

A mí, lo que me molesta de todo esto no es que Obama llegue a La Habana, eso de que con su presencia condone lo injustificable, me huele a cierto plattismo que aún no nos quitamos de encima en ambos lados del estrecho; lo peor, es que sus anfitriones sean una cuerda de cínicos a quienes todo el mundo conoce y nadie se atreve a denunciar. Sin embargo, tengo la esperanza puesta en que desde una macrovisión del problema, la gente entienda que los papas, los mandatarios de países importantes (ojo, no hay aquí cipayismo, ellos mismos lo reconocen), no son los  arquetipos de los tiempos de “la ayuda solidaria y desinteresada” de la Unión Soviética, el campo socialista y sus seguidores tercermundistas. Pensar de tal manera sería añadirle más hielo a los fantasmas de un período que, precisamente, ha pasado a la Historia como “Guerra Fría”. ¿Casualidad?

José A.Arias-Frá

     

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