Wednesday, October 28, 2015

El ESCURRIDIZO PROBLEMA DE LA INTERPRETACIÓN


 

Nota introductoria.- Este artículo de opinión fue publicado originalmente en 2011; por su vigencia, he decidido volverlo a exponer a la consideración de los lectores después de considerar algunos cambios en su contenido original. J. Arias.
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Se me hace difícil entender, y a veces hasta soez, la extraña vocación que algunos experimentan por el conservadurismo genérico e inflexible; indiscutible arquetipo ideológico en cualquier caso. Debo aclarar, que no es de mi predilección elaborar en el sentido de temas  de opinión, y que la vocación personal suele –al menos para mí- mostrarse vinculada al oficio, que es la investigación histórica y el análisis de hechos en su  coyuntura, con el propósito de arribar a conclusiones lógicas.

Pero el origen, que es motivación en sí, no siempre puede soslayarse, y como ahora, me compele a opinar. Bendita posibilidad la del que puede decir lo que piensa, ser aceptado o criticado, inclusive denostado, con o sin razón, y continuar caminando entre la gente sin encasquetarse un gorro en la mollera, incapaz al fin, de desvirtuar su identidad para ponerlo en solfa y cuando menos, ridiculizarle sin otro propósito que fusilar el pensamiento. Las ideas deben expresarse libremente, pero lo que no se puede es coartar el origen; ni por la censura, o la conveniencia del silencio auto-impuesto.  

Es sencillo; cuando lo anterior sucede, no importa en qué momento de la vida empezamos a conocer la libertad y a través de sus magnos preceptos seculares, debemos aprender a vivir democráticamente. Lo difícil es que, en ocasiones, no funciona como lógicamente debe ser.

Para quien ha conocido las dos caras de la moneda, la experiencia resulta extraordinariamente educativa. Si sumamos el tiempo vivido y los recuerdos del pasado (nuestro pasado) y lo comparamos con el presente, los motivos de regocijo son aún mayores. ¿Por qué no para todos, si de alguna manera y estemos dónde estemos, aún somos víctimas? Ese análisis es la base de lo que debe ser la unidad espontánea en la diversidad y además su única premisa válida y original.

El empeño de querer mantenerse anclado en un convulso y tormentoso pasado, contribuye a soliviantar la psiquis enferma y lo que es peor, cauteriza en el cerebro la confusión y el embotamiento. Sé que no es fácil entender la intención y lo más socorrido es la crítica a priori y sin cuartel, al puro estilo de los marxistas contumaces y ortodoxos que, con razón, caracterizamos como enemigos, no solo nuestros, sino de toda la humanidad según la Historia reciente en la post-modernidad ha demostrado y en lo que parece haber concordia.

Teniendo en cuenta lo anterior, los matices se convierten en una proposición secundaria y para los que no distinguen entre lo básico y las argumentaciones que del objeto se derivan, el propósito adquiere magnitudes contractuales y las ideas dejan de serlo para favorecer la inercia. Los confundidos, terminan convirtiéndose en víctimas del inmovilismo (el más caro propósito de los ideólogos de tribuna y las ideologías de enfermizos y oscuros orígenes) y el impacto de las ideas, viento en contra de las velas. Por último, el argumento moralizador; que tiende a confundirse con un cuasi papismo religioso, tampoco tiene sentido si la política está precedida por su propia ética que, lógicamente, no es sectaria. No hay discrepancia en lo inherente a rechazar una absurda y mal montada campaña para vender ideas obsoletas, ni los avatares de los que se reviste.

El tiempo y los hechos refuerzan la valía de la argumentación y fuera del enquistamiento panfletario en el contexto, no se hace posible demostrar lo contrario. Aquí, lo penoso resulta que un país casi tenga que dejar de existir, para convertirse en epitafio de una revolución innecesaria. Las revoluciones no suelen ser democráticas, remitámonos a sus propias historias para colegir qué puede haber de coincidente entre ellas, sus resultados y el mundo de las ideas, porque si en la motivación original, alguna vez se hicieron presentes, en su desarrollo –ex profeso degenerado- van a terminar en las antípodas del presupuesto. Valga el ejemplo de un país –Ecuador- donde el gobierno y su presidente alegan llevar a cabo “la revolución democrática” haciendo de la frase su slogan favorito; ¿existe allí una verdadera democracia?

Hoy, quizás, se hace probable –y posible- concluir que aquello que no fue dable ganar de otra manera, está siendo ganado sin hacer cruenta la batalla. Cuando el enemigo, que no es el pueblo, se atrinchera en su ideología absurda y extemporánea y acude a los maniqueícos y arcaicos argumentos de los que siempre se ha valido, no hace otra cosa que darnos la razón. Lo único que debemos hacer, es no caer en su trampa.
 
José A. Arias-Frá
Octubre 2015

 

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