Hace poco
comentaba a manera de opinión en el texto de un amigo que puede haber una
confusión en eso de hablar de ideología democrática y según se puede
interpretar.
Trataré de explicarme de manera sencilla argumentando
al respecto.
Hay politólogos, expertos en la materia e
intelectuales que le dan sentido a esa afirmación y alegan que a partir del
concepto de democracia la interpretación es diferente; no es el mismo criterio
el de un liberal, el de un anarquista o el de un socialista, dicen, y ello es
cierto (1)
Donde el asunto empieza a complicarse es al momento de
entronizar en esas múltiples visiones el argumento ideológico como complemento
de la interpretación de la democracia en cualquier sentido,
Dicen los defensores de esa especie de apareamiento
político, que no es lo mismo la democracia en singular; definición clásica del
término, que la democracia en plural y que admite diversas interpretaciones:
puede que sea entendible, aunque no, necesariamente cierto (2)
Lo que
parece no estar tan claro es que, según las características de esa
interpretación pluralizada, la democracia liberal frente a su némesis la
socialista, puedan ser consideradas como tal (democracias ideológicamente
caracterizadas) y a partir del argumento ideológico en cada caso.
En el
primero, las características ideológicas de la funcionalidad filosófica del
capitalismo están basadas en sus pautas fundacionales devenidas del libre
comercio — y desde los incipientes derroteros del capitalismo mercantil (S
XVI), en un proceso de desarrollo secular hasta la aparición del imperialismo —
de finales del XIX y la guerra Hispano Norteamericana, 1898; la historia
precedente viene siendo suma de antecedentes — como manifestación de las
variantes capitalistas en la correlación de fuerzas internacional, el mercado
como elemento regulador y de compensación y un pensamiento teórico que respalda
su funcionalidad y que, a pesar de todo no deja de ser un elemento que impulsa
corrientes (ideológicas) no siempre, y de común, conducentes a los mejores
destinos; son y han sido una parte de los “ismos” del siglo XX en un alto
porcentaje: Fascismo, Falangismo, Nazi – fascismo (nacional socialismo alemán);
también la reinterpretación de otras corrientes de pensamiento con marcado e
indiscutible carácter ideológico.
En un es quema relativamente básico y en el otro
extremo, la interpretación de la democracia por los socialistas, complemento
que desde el punto de vista ideológico toma cuerpo en la otra parte de los “ismos”
del XX: socialismo duro (marxismo – leninismo) socialismo de mercado, novedosa
fórmula manifiesta en la variante china ya bien entrada la década del 70 y en
la vietnamita en el segundo lustro de los 80´s con el Doimei.
Queda
otra visión que parece un híbrido entre liberalismo (ahora precedido de un
enfoque caracterizado por el añadido del prefijo “neo”) y el socialismo que
toma cuerpo en los clásicos estados de bienestar bajo el apelativo de
socialdemócratas. En ellos la ideología — alemana inicialmente — encontró
representantes que pautaron el inicio y elaboraron sus fundamentos teóricos e.
inclusive, disintieron del marxismo clásico para adaptarlo a las necesidades
del método (revisionismo caracterizado por los movimientos de esa naturaleza —
civil — que arrancan en la post guerra coincidiendo con el contexto de guerra
fría (3)
Parece
obvio que la caracterización de la democracia como forma de gobierno excluye la
posibilidad de considerar la ideología (lo cual no implica animadversión alguna
en el enfoque de sus diversas manifestaciones, aunque ello constituya y sugiera
análisis aparte) porque como mecanismos de control político las ideologías no
dejan de ser una manera de influir en las masas (el pueblo) para conducirlas en
los términos que se pergeñan y alientan desde el gobierno (el poder)
Las
ideologías son instrumentales en educar a sus seguidores en la ortodoxia (en
general, aunque aquí el interés se centra en lo político) y pueden ser de
influencia negativa cuando se apoderan de ellas demagogos, populistas e
individuos sin escrúpulos que las usan para transitar de la dictadura al
totalitarismo, algo que tiene también un significado genérico (4)
Nada hay
de democracia en esos regímenes que se consolidan desconociendo toda norma
democrática y utilizan la ideología como corsé del pensamiento (Paz, Octavio:
Desventuras de la Democracia en América Latina, ensayo en compilación de
autores varios) y bajo cualquier circunstancia (5)
Conclusión
en torno a una apreciación personal: La democracia es una categoría conceptual
que se origina y reproduce a sí misma en función de la estabilidad que le da su
propia esencia; significa que la existencia de la norma constitucional que se
respeta, determina procesos electorales (elecciones) normados en períodos de
tiempo razonables y en medio de una competencia no excluyente de partidos
políticos cuya definición — ideológica — no obsta en las dinámicas de
compensación del poder y el apoyo de sus partidarios. En medio de esos procesos
los argumentos ideológicos se descaracterizan a sí mismos y no suelen
reproducirse si terminados los períodos electorales se cumplen las normas que,
a su vez, los originan mientras los mecanismos de compensación del poder
funcionen adecuadamente; juega en ello un papel crucial el respeto de la
trilogía ejecutivo, legislativo y judicial porque es la clave de lo que suele
denominarse — como en el caso norteamericano — “check and balance” (proceso de
chequeo y balance)
Todo lo
que tienda a socavar ese equilibrio representa argumentos espurios que nada
tienen que ver con la democracia como tal. Hay ejemplos de lo anterior que han
servido como pauta, y a la vez, soportan estos puntos de vista en países cuya
estabilidad socio – política es conocida. También; empero, situaciones que
demuestran lo contrario, de manera coincidente, a resultas de una definición y delimitación
del poder a través de una marcada deriva hacia la ideología y como consecuencia
de ambiciones personales en la mayoría de los casos.
Aunque no
se trata aquí de historias en torno a ejemplos, veamos dos casos solo por citar
evidencias — palmarias — que ejemplifican lo anterior: Costa Rica en
Centroamérica ha sido un país capaz de mantener la democracia de forma
funcional y sin alteraciones desde la aprobación de la constitución de 1949.
Durante el tiempo transcurrido hasta la actualidad (76 años) se han alternado
en el ejercicio del gobierno partidos de diferentes tendencias y respetado las
normas en el marco de la imperatividad de la democracia.
Un caso
que evidencia lo contrario es el de Venezuela; a partir del proceso electoral de
1998 que condujo a la victoria de Hugo Rafael Chávez Frías en medio de
elecciones competitivas y democráticas. Sin embargo, la historia ulterior
demuestra otros propósitos; un ex coronel del ejército, Chávez, que había sido
convicto y condenado por ser conspirador y cabecilla de un intento de golpe de
estado contra el presidente Carlos Andrés Pérez, y luego indultado por Rafael
Caldera en 1994, ganó los comicios y llegó a la presidencia.
No hay ninguna
parcialidad en decirlo; una vez que se hace con el poder el partido de la revolución
bolivariana blasona del origen de su líder y se escuda en el argumento
ideológico del Socialismo del siglo XXI para ir creando las bases de un régimen
absolutamente antidemocrático que se crea una nueva constitución a la medida (algo
peculiar en este tipo de movimientos liderados por autócratas) capaz de dar
contenido pseudolegal al ejercicio del poder desde el gobierno.
Chávez
muere en 2013 tras haberse reelegido un par de veces y antes de hacer mutis
deja designado de dedo a un sucesor, Nicolás Maduro Moro, que hasta hoy ejerce
como presidente después de haber sido derrotado por un candidato opositor en
las elecciones de julio de 2024 — la querella en torno a la presentación de las
actas de ese último proceso nunca ha sido zanjada en favor del gobernante,
incapaz de presentar pruebas que avalen su supuesta victoria.
Es
evidente que el abrazo de la ideología socialista – revolucionaria del PSUV en
Venezuela no representa el triunfo de la democracia, como tampoco sucede en los
regímenes rudo, chino, vietnamita, norcoreano, nicaragüense o cubano que
agitando las banderas de la democracia socialista donde, y por añadidura se
minimiza, se reduce o se elimina toda posibilidad de alternancia política
basada en la confrontación de ideas; el liderazgo personal pasa a ser
considerado como argumento en favor del ideal revolucionario, ya sea marxista –
leninista, de socialismo duro y de eterna funcionalidad para beneficio de supuestos
electores que, en medio de procesos amañados y envueltos, cuando menos, en retóricas
populistas no designan gobiernos y se ven obligados a perpetuar a los que
alguna vez llegaron al poder para atornillarse en él mediante mecanismos
abiertamente de designación o, en el mejor de los casos, mediante procesos
electorales espurios, fraudulentos y amañados en anticipo. No es casual que en
todos estos casos se trate de justificar la victoria y prevalencia de la ideología
sobre la democracia.
Aquí se
trata de evitar cualquier especulación que tenga como origen un carácter
utópico basado en la defensa de militancias específicas, simpatías emocionales,
amén de su base histórica más o menos notable — o trascendente — a lo largo de
diversos escenarios políticos, regionales o consenso colectivo universal (6)
No debe
dejarse de mencionar en estas caracterizaciones ideológicas el Suche norcoreano
que, por conocido, a través de su perfil totalitario, es una de las expresiones
antidemocráticas más aberrantes de la ideología. El Suche identifica el control
social y político con la figura del líder llevándolo al extremo de caracterizar
su rol como la máxima expresión de la voluntad popular; aquí los tres poderes
se reducen a una sola voluntad, la del líder, que es a su vez, el representante
del pueblo y el único partido, cuya estructura se corresponde con una
alternativa ideológica específica y única. El país; empero, se identifica como
República Popular Democrática de Corea, ¿hace falta abundar en la contradicción
que ello representa?
Huelga
cualquier recurso que pueda caracterizar al Suche como una “interpretación de
la democracia” Donde tal situación se evidencia puede costarle la vida al que
disiente, inclusive, al que, desde una interpretación de los límites
permisibles pueda ser considerado como “enemigo” y, aunque hablamos de un caso
extremo, no es, ni mucho menos, único.
Se trata
de un criterio que puede ser discutible (el del vínculo democracia – ideología)
pero solo por estar sujeto a interpretaciones que son válidas en cada caso
desde el punto de vista conceptual. No es la intención de aplicar a ello la
cancelación de opiniones contrapuestas, por el contrario, si lo es, compartir
una interpretación siempre dejando la puerta abierta a quien, desde la lógica,
defienda lo contrario.
NOTAS
(1) La Democracia como Ideología Política.
DF Chaverra PDF
(2) Chaverra, ob. Cit. Abunda al respecto en torno a una sui generis visión
sobre el tema: singularidad vs pluralidad de la democracia.
(3) El concepto de socialdemocracia en su evolución secular desde los
tiempos de la visión laseallana, pasando por el marxismo clásico, la visión
revolucionaria de R. Luxemburgo, el revisionismo del grupo de Frankfurt y las
variantes latinoamericanas del aprismo peruano, (Cuba tuvo su intento con el
Autenticismo en el gobierno entre 1944 y 1952) u otras coaliciones más
recientes como el Frente Amplio en Uruguay, han mostrado una evolución en
dependencia de su capacidad funcional que acusa una dependencia vital con
relación al desarrollo socio – económico en cada caso. A partir de ello, se
entiende su éxito funcional en la (social)democracias europeas.
(4) En la concepción de las ideologías como pauta definitoria en diversas
manifestaciones de la universalidad del pensamiento no debe desconocerse la
influencia religiosa. No es propósito aquí, solo obsérvese lo que ha venido
sucediendo con esa secta llamada La Luz del Mundo y su líder, un buen ejemplo,
creo, de lo que representa la imposición ideológica de un culto e
independientemente de su caracterización, algo parecido ha sucedido con el Opus
Dei en el ámbito del catolicismo o en el caso de Marcial Maciel el cura
pederasta mexicano fundador de Los Legionarios de Cristo; constituyó, por su
trascendencia otro ejemplo.
(5) Paz Octavio. La Democracia en América Latina. En: Desventuras de la
Democracia, editorial Joaquín Mortiz/ Planeta, México 1984 pags. 11 – 35
(6) Pueden considerarse al respecto desde el socialismo utópico de Owen,
Fourier, Saint Simon; hasta el anarquismo de Bakunin, el anarcosindicalismo o
tendencias que se vinculan con una visión contemporánea que, sin llegar al
desconocimiento del estado, minimizan su papel como en el caso de los libertarios.