En fecha noviembre 16 del 2014, publiqué en este mismo blog un trabajo bajo
el título “La Copa de las Vicisitudes”, poco antes de que el evento tuviera
lugar. Allí apuntaba algunas consideraciones relacionados con el país
anfitrión, Brasil, que ahora se dispone a celebrar los Juegos de la XXXI
Olimpíada. Ya, y para aquella ocasión, el panorama no era tan halagüeño y en la
actualidad lo es menos aún, pero veámos.
La apuesta brasileña para solicitar la sede de ambos eventos en un período
de tiempo relativamente restringido, parecía un tanto abarcadora y eran
evidentes los numerosos escollos que el gigante suramericano debía enfrentar y
solventar. Se vivía bajo la influencia de un crecimiento notable de las
inversiones extranjeras, un aumento sostenido del PBI y se insistía en la
ocupación del octavo lugar entre las economías más prósperas del Planeta y una
indiscutida entrada al primer mundo que hoy parece menos ostensible.
Bajo los efectos de la política del partido de gobierno, el de los
Trabajadores (P.T.), primero con Lula y después con su sucesora Dilma, el
efecto erosionador del populismo vinculado a una práctica sistemática de la
corrupción a todo nivel ha hecho que en las actuales circunstancias y a sólo
dos días de la ceremonia, el país anfitrión se halle sumido en una oscura y
dubitativa situación política y económica. Pero a pesar de todo, existe la
voluntad de que las primeras olimpíadas suramericanas se lleven a cabo allí y
tengan éxito.
Más allá de la avidez con que 3000 millones de personas verán la ceremonia
de apertura en las pantallas de sus televisores y la lucidez, el colorido y el
folclorismo del espectáculo se conviertan en derroche; la opinión pública,
nacional y extranjera, sabe que están sucediendo problemas muy serios ante los
que las respuestas no constituyen el marco idóneo para la celebración de un
evento de tal envergadura. El deporte, sin embargo, es una práctica que
propicia la unidad sin que medien argumentos que no conforman su esencia y ello
parece lo importante.
La cobertura de prensa, supuestamente concediendo credenciales en número de
más de 350 000 a periodistas de todo el orbe se redujo en unos 11500 números
(datos de la Oficina de prensa recogidos por varios periodistas acreditados
permanentemente en el país) Se han presentado problemas imponderables como la
epidemia de Zika, siendo el territorio nacional y la ciudad sede, Río de Janeiro,
lugares en donde mayor incidencia existe de la enfermedad que ya alcanza
magnitudes de pandemia.
Los efectos de la crisis de 2008, que allí no se manifestaron de inmediato,
propiciaron el hecho de que la inflación creciera hasta los niveles que hoy
alcanza e hicieran enfrentar una considerable disminución de la paridad del real
frente a las principales divisas internacionales. Ello produjo atrasos en la
finalización de obras –problema al que la XX Copa de la FIFA no fue ajena- y
que ahora, vuelven a repetirse. En medio de las circunstancias actuales, algunas
instalaciones, cuyo destino es incierto por problemas de ubicación, serán
utilizadas nuevamente y hay en ello cierta ventaja temporal.
El flagelo universal del terrorismo que hubiera afectado de igual manera a
cualquier territorio al organizar un evento multitudinario, cobra allí un
precio más elevado porque la inversión que representa evitarlo, constituye un esfuerzo
extraordinario en medio del actual estado de la economía nacional. Esperemos
que los problemas más acuciantes puedan resolverse en el corto y mediano plazo
una vez finalizados los Juegos. El flagelo de la corrupción debe ser conjurado
en lo posible y, a contrapelo de la magnitud alcanzada al convertirse en la
causa principal de la inestabilidad en todos los órdenes.
Pero lo más trágico es la deteriorada imagen política nacional frente a un
evento que concentra las miradas del mundo y en el que la presidenta está
sometida a un proceso de “impeachment” en medio del cual, posiblemente, se vea
obligada a abandonar definitivamente la presidencia. Todo el mundo habrá de
tenerlo presente cuando Michel Temer, sustituto de Dilma, declare inaugurados
oficialmente los Juegos, mientras ella espera la conclusión de su proceso ― 29
de Agosto ― y bajo serios argumentos relacionados con abuso de poder, mal
manejo de los fondos públicos y vínculos con escándalos de corrupción a todos
los niveles como el famoso “Lavajato” y la empresa nacional PETROBRAS.
No obstante, Brasil se ha esforzado por ofrecer su mejor rostro al
visitante; el ambiente de Río, singularmente atractivo por su remarcada y
proverbial naturaleza, la belleza de sus playas, sus mujeres y la amabilidad de
sus anfitriones, debe contribuir a que la celebración del evento tenga el lustre
merecido, aún a pesar de las dificultades apuntadas. Se trata de un país con
tradición e historia y el bagaje de una cultura enriquecida por el aporte de
hombres y mujeres de talla universal.
En ocasiones, se hacen generalizaciones cuyo propósito entraña cierta dosis
de amarillismo. Conozco Brasil y he visitado la ciudad de Río y otros territorios
de la inmensa, variada geografía brasileña y las memorias que guardo son de las
mejores, sobre todo si las comparo con otros lugares de centro y suramericana, que también conozco; y,
sin el menor ánimo de denostar. Para la buena voluntad del viajero, todo guarda
sus encantos.
Policías corruptos existen por doquier, secuestros, robos, actos de
criminalidad de cualquier envergadura; en fin, ¿dónde puede hablarse hoy de garantías
de seguridad absoluta? La inseguridad es parte de los riesgos de propios y extraños
y con ella y la mirada a nuestras espaldas, tenemos que vivir ¿Quién puede dudarlo?
Se trata aquí del magno evento de confrontación deportiva a nivel
internacional y los atletas, de seguro, estarán concentrados en llevar a cabo
el mejor esfuerzo, después de todo, es lo que importa. Caerán récords y otros
nuevos serán impuestos, actuales campeones reivindicarán sus glorias mientras aparecerán
nuevos nombres dejándose colgar el oro sobre el pecho agitado por el esfuerzo y
henchido de sano orgullo.
Continuarán las dudas sobre la calidad del agua de los lagos para las
competencias que sugieran su uso, los rumores sobre el dopaje colectivo de los deportistas
rusos suspendidos, las manifestaciones populares de sectores políticamente enfrentados,
pero las Olimpíadas no se suspenderán, ni las peores predicciones serán óbice
para que los amantes del deporte las disfruten. Luego, los brasileños se
encargarán de ir poniendo las cosas en el sitio en que deben estar. En todo
ello deposito mi confianza.
Brasil no sólo es grande por su territorio, por su música y su gente, su
inigualable folclor, también lo es por la eterna promesa de la entrega a la
causa del progreso acuñada en el lema de su bandera: “Ordem e Progresso” ¡Arriba
Brasil!
José Antonio Arias-Frá
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