Me picotea en la mollera un tema que se desgaja de las “redes sociales” y a
su vez, suele diluirse en ellas. A más de un año de por medio (1-3-15) y en
este mismo blog, publiqué un trabajo bajo el título: “¿Tecnología y globalización
o egocentrismo mediático?” en él, abordaba el asunto en el marco de la
comunicación y que suele definirse bajo los enunciados teóricos que le son
inherentes, a través de los medios de comunicación social (MCS) Dentro de tal
categorización, la información se suscribe entre emisores y “masas” En tal caso,
el proceso de decodificación está sujeto a un destino en que la
retroalimentación no puede ser verificable y el mensaje, generalmente tiende a
diluirse, es; potencialmente imperfecto, sin dejar de ser válido.
En una “red” como Facebook, por ejemplo, sucede algo distinto porque a
pesar de las opiniones en que se implica el desconocimiento (físico, aunque hay
excepciones) entre emisor y receptor, no parece ser así. La concepción práctica
del instrumento incluye la identificación personal y, aún en caso de que no
medie una relación exhaustiva de conocimiento –físico- los que se lanzan “al
ruedo” (“foros”, “foristas”) se apropian del contenido al suscribirlo o
comentarlo; sobre todo, al hacerlo “público”
En sus frecuentes críticas a las redes sociales Umberto Eco (1), quien alegaba
utilizarlas por constituir un argumento ineludible y garantía de un mejor uso
del limitado tiempo de que hoy se dispone, argüía a contrapelo cosas ciertas e
interesantes. ¿Ejercicio justiciero, denuesto, egolatría? Quizás, un poco de
todo. He aquí algunos juicios de Eco:
-Sobre el sujeto.- “Las redes
sociales son un instrumento peligroso porque no permiten conocer quién está
hablando”
“Las redes sociales le dan el derecho a hablar a legiones de idiotas que
primero hablan sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la
comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a
hablar que un premio nobel. Es la invasión de los idiotas (Eco, “La Stampa”,
junio de 2015)
-Sobre el emisor (transmisor) “Pero
Internet es como el automóvil: uno no se puede pasar la vida en Internet como
no se puede pasar la vida en un automóvil” y agrega; “…si acudimos a una
determinada página web podemos saber que está escrita por un loco, pero un
chico no sabe si dice la verdad o si es mentira. Es un problema muy grave, que
aún no está solucionado”
El desarrollo tecnológico implica riesgos y conforma –sobre todo en el caso
que nos ocupa- una especie de canon vulgarizado de alternativas ineludibles. Lo
mismo sucedió cuando apareció la imprenta, se imprimió el papel –que ya tenía
casi un milenio de existir- mediante tipos; proliferaron los libros y,
sorteando valladares a través del tiempo –siglos- las fuentes de información le
permitieron al hombre el conocimiento ordinal capaz de garantizar estadios
superiores en el ámbito del conocimiento.
También, y por esos tiempos, existió
una fuerte oposición; pero frente a los códices, se escribieron grimorios y
para conjurarlos, tratados secretos y sinuosos, “martillos de brujas”,
enciclopedias, crónicas, volúmenes sobre alquimia y esoterismo, magia (negra y
blanca), así como manifiestos seglares y narraciones bíblicas –de hecho, la
primera impresión de Gutenberg mediante el uso de tipos de madera, fue una
versión de la Biblia de 1450 folios escritos en cuarenta y dos renglones por
folio; el incunable más atesorado hasta hoy y del que se conservan más de
veinte ejemplares originales. Al cabo, y de otro modo, la diseminación de la literatura
impresa condujo a muchos a morir de forma atroz mediante el desafío del “statu quo” No nos olvidemos. El propio
Eco, medievalista contumaz (aquí, obstinado en la defensa de valores) y entre
muchas otras virtudes personales, lo sabía.
Si entendemos el dilatado proceso evolutivo de los retos como lo que
siempre ha sido, un desafío, no se me hace válido minimizar la luz del Sol poniendo en evidencia sólo sus manchas. O, haciendo honor al precedente de “Trattato di Semiotica Generale” y la interpretación de los “signos” a través
del lenguaje –palabras- “la zorra ataca el gallinero, con instintiva alevosía
mientras devora los polluelos y las gallinas duermen”
EL PRECIO DE LOS RIESGOS
Equivocarse, de hecho muchas veces, es parte de la visión a futuro que
suele ser el preludio de acontecimientos trascendentales. “Lo que es, es; y la
realidad no es como a mí me convendría que fuera, no es como debería ser, no es
como me dijeron que iba a ser, no es como fue, no es como será mañana. La
realidad de mi afuera es como es” (2) No hay en ello, ni resignación, ni la
asunción de una postura lapidaria, porque para enfrentar los riesgos hace falta
valor, pero sobre todo, el de entender la relación entre el peligro y la
ganancia. Todos estamos en acuerdo sobre eso de que pueden haber “…páginas web escritas por un loco” ¿pero
acaso el instrumento no provee una fácil manera de identificarlas? Lo que nos
queda es la ganancia que se traduce en información válida y que a través de un
ejercicio intelectual mínimo e idóneo, no deberá conducirnos a la hoguera aunque haya alguien dispuesto a juntar la leña, prender el fuego y atizar la
llama.
El asumir la interpretación como parte de la libertad individual y no como
un acto de libertinaje egoísta y egocéntrico es un derecho que cada ser humano
posee y debe ejercitar. “Tú no eres quien yo necesito que seas, tú no eres el
que fuiste, tú no eres como a mí me conviene, tú no eres como yo quiero, tú
eres como eres. Aceptar eso es respetarte y no pedirte que cambies” (3)
Si nos hacemos a la idea, exacta por demás, de que la información es
alternativa biunívoca, tendremos que concluir que el hecho de la discrepancia
es también parte del proceso de retroalimentación enmarcado en ella y no, el
desconocimiento a priori tras el que muchos se escudan para minimizar el
criterio ajeno. Es evidente que lo anterior suele suceder con frecuencia
inusitada y, si llegara a medirse el efecto de tal circunstancia
estadísticamente, habríamos de encontrarnos frente a una actitud que asumida
por muchos, se hace deleznable. ¿Dónde queda entonces, el respeto por la
opinión ajena? La respuesta puede ser fácil, en tanto se tengan en cuenta
algunos criterios que rebasan el ámbito de la simpleza y la superficialidad.
Primero, el promover una opinión, tratar de exponer una idea o abordar un
tema, independientemente de cuál sea su contenido, constituyen acciones,
determinaciones; que deben estar avaladas por la percepción del respeto a sí
mismo.
Segundo, nada de lo que se diga o pueda inferirse de la intención debe
constituir un ejercicio lacerante para los receptores potenciales. En éste
sentido hay, con frecuencia, un acto de violación sistemática de la sensibilidad
ajena en virtud de la consecución de un objetivo espurio (videos de contenido
inapropiado, pornografía, etc.) que persigue convertir al mensajero en agente
del terror o de una vulgaridad banal. Quizás fuera a esos “locos” a los que Eco
quería referirse, pero nuevamente: las partes asumibles como riesgos en el
todo, no permiten su descalificación como instrumento, ni la minimización de su
potencial.
Tercero, el debate para que resulte atractivo y en consecuencia educativo,
tiene que incluir una mínima dosis que lo enlace con el carácter didáctico y
psicopedagógico que siempre habrá de estar implícito y, aunque se desconozca el
alcance de tales ciencias; en el argumento tácito de lo expresado, la palabra
escrita es lo perdurable y, bien escrita, siempre es educativa. Lo contrario es
desbarrar y hacerse víctima del auto-engaño. Para mentir a otros empezando por
mentirnos a nosotros mismos no hay que saber de nada; fomentar la discusión en
torno a la mentira (bombazos, palos periodísticos, tubazos) es sólo una manera,
muy dañina, de perder el tiempo y hacérselo perder a los demás. En el mejor de
los casos, “propaganda tendenciosa” que la realidad termina por descalificar.
CONCLUSIÓN.
El avance y la constante renovación de las tecnologías que las ponen a disposición
de grupos cada vez más numerosos de personas, el uso de los instrumentos que
tales adelantos implican, no pueden, ni deben ser condenables por los aspectos
negativos que puedan entrañar; deben ser loables por todo lo positivo que
pueden aportar.
En consecuencia, enfrentar los “riesgos” es necesario, constituye el
desafío de las actuales generaciones, artífices y protagonistas de los cambios
que acercan a los humanos al ejercicio de una actividad que cada vez en mayor
medida, traspasa los límites de lo pensado y aún, de lo creíble. El solo hecho
de la diseminación en el ámbito de la información, nos educa, nos arma
intelectualmente y nos protege.
Lancémonos al ruedo animados por una óptica positiva y aceptemos el reto,
cualquier otra alternativa significa vivir en una cueva.
NOTAS.-
(1)
Umberto Eco (Italia,1932- febrero,2016) Semiólogo (autor de “Tratado de Semiótica
General” -1974), escritor (El Nombre de la Rosa –novela (1980), El Péndulo de
Focault –novela (1988), filósofo, crítico literario y uno de los fundadores de
la escuela post-moderna en el ámbito de la teoría comunicacional (La Forma y el
Contenido -1968, La Estructura Ausente -1971). Aunque desde 1973, abordó el
tema de la comunicación social en su obra “El Super Hombre de Masas” (1976),
pocos años antes de su fallecimiento, se convirtió en crítico de los nuevos
medios de comunicación y su obra póstuma, la novela “El Número 0” constituye
una sátira al respecto, Eco está considerado uno de los principales arquetipos
de la semiología moderna por su obra teórica y su interpretación (su obra “El
Signo” 1973, es clásica al respecto)
(2)
Bucay, Jorge.-Cuentos para Pensar.-Ediciones Integral, U.S.A. 1999. Pag.15
–introducción.
(3)
Bucay, Jorge.- Ob Cit. Pag. 17 –introducción.
José A. Arias-Frá
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