Escucho una
andanada informativa en los medios locales de mi entorno y de alguna manera me
obliga a decir lo que pienso. El tema: el “nuevo éxodo de cubanos” Primero,
decir que es nuevo es erróneo y sería más acertado verlo como una especie de cacofonía histórica; los cubanos –en número
anormal, aún porcentualmente concebido- se marchan de su país desde que la “revolución”
llegó al poder. No importaban leyes especiales (no existían) y hasta el 1966
(ley de Ajuste Cubano) ya se habían largado 350 000. Cierto es que existieron
hitos que produjeron escándalo: Camarioca, Mariel, el éxodo del 1994; en
cualquier caso, el gobierno en la Isla quiso que fuera así y permitió que se desatara
una crisis, en cada una de esas ocasiones, para medir fuerzas y crear problemas a quien siempre han querido atribuir las causas presentes, pasadas y futuras de su propia
ineficacia: Estados Unidos.
Pero, ¿acaso a
lo largo de más de medio siglo, el drenaje nacional de personas que escapan se
ha detenido alguna vez? Nadie con un poco de cordura mental y en aplicación de
una pequeña dosis de raciocinio se atrevería a decir que sí. Por ello, los
acuerdos, las negociaciones, las cuotas de visas especiales otorgadas y ahora,
esa especie de camino a lo desconocido que los nuevos emigrantes cubanos se han
decidido a emprender, no es otra cosa que otro eslabón de la misma cadena.
Que si los
recién escapados tienen otras motivaciones, me vale madre –como diría un cuate-
parece absurdo y hasta ridículo que tal especie se lance sobre nuestras propias
testas; nos puede caer encima como una pesada piedra capaz de sepultar nuestro
propio y más acendrado anticastrismo de “históricas enjundias” Eso es
precisamente lo que quieren allá, del otro lado, donde engañan a la gente sin
pudor ocultando comunicados oficiales en versiones de reporteros, tras los
espesos bigotes de un vocero. Dividir, dividir y dividir; cuanto se regocijan
estos discípulos de Cortés que hace mucho tiempo quemaron las naves y pretenden
enrolarse nuevamente entre las dadivosas manos del “decadente imperio”
¿Y quién no se
fue de Cuba porque no había comida, agua, elecriidaad, ropa, zapatos, vivienda?
Señores, todo el mundo no fue combatiente de la clandestinidad, peleó en Bahía
de Cochinos, estuvo en las guerrillas anticomunistas del Escambray, fue preso
político o un adalid del antisovietismo estalinista desde una posición
encumbrada y descollante; no a todos –inclusive desde acá- les parecía muy
apropiado que los primeros “disidentes” (Bofil, los Arcos Bernes, María E.
Cruz-Varela, E. Sánchez –aún adentro), se cansaran de agarrar palos y visitar
mazmorras para venir a dar con su humanidad desgastada a estas tierras u otras
en pos de la libertad (concepto de muy amplio diapasón, no sólo reservado para
los que se consideran “patriotas”) Todavía recuerdo las diatribas en contra de
Payá, porque se atrevió a tener lo que otros no, y presentarse a la Asamblea
Nacional del Poder Popular con un cajón lleno de firmas que recogió entre la
gente de a pie y exponiéndose a todo. Eso, lo pagó caro, le costó la vida.
¿Saben qué pasa?
Pues que los políticos no viven para otra cosa que hacer política y en el
desempeño de tales menesteres, los extremos se tocan. Es bien sencillo; Cuba ha
sido, es y seguirá siendo un régimen totalitario, dictatorial, unipartidista e
ideológicamente fundado en una argamasa de entelequias disfrazadas de una
filosofía decadente y en descrédito, en consecuencia, ¿quién no quiere
arriesgarse a escapar de tal entorno? Lógicamente, siempre habrá partidarios
enceguecidos a perpetuidad por la “luz del sol” de que hablaba R. Dalton,
estimados sociólogos, no sé en que porcentaje, tampoco me interesa; lo único
cierto es que todo el problema, en cualquier tiempo y escala, se genera allí donde
un proyecto fracasado y sin futuro exhibe sus desvergüenzas por el mundo sin
que parezca importar demasiado a quienes, como ahora, tienen que sufrir las
consecuencias: países pobres, sin grandes recursos y con una población en la que muchos persiguen el “american dream”
Pero no se equivoquen los analistas, las causas son muy
diferentes y si no; comparen al potencial migrante mejicano, centro o
suramericano –generalmente gente pobre- con los médicos, ingenieros, abogados,
técnicos que se escapan de quienes los “formaron” porque se dan cuenta de que
no tienen futuro. Es cierto, hay de todo, pero en el vórtice de la tormenta la
razón es eminentemente política. No lo saben, se lo callan, lo quieren ocultar,
han perdido la brújula, pero bastaría con preguntarles si quieren regresar. Es
como querer invocar la cruz frente a la imagen del vampiro. Tal embrollo no es soluble
desde la perspectiva de reformar una ley –algo que puede suceder o no- ello no
cambiaría absolutamente nada.
Por último,
escucho con frecuencia –casi hasta el cansancio- el argumento de que no hay un “clima
de acogida” en el exilio, similar al de anteriores ocasiones. Parece comprensible si se pensara un poco más en lo siguiente: Primero, este último éxodo coincide
con la política de Obama del restablecimiento de relaciones y el gobierno
federal, visiblemente se desentiende de sus efectos –los del éxodo- haciendo la
vista gorda y dejando entrar a todos por la frontera sur porque no le conviene
atizar el fuego al que Cuba le echa leña para crear el conflicto en contubernio
con gobiernos como los de Ecuador y Nicaragua –manejándose en cada caso según los deseos
y los objetivos de su aliado isleño. Segundo, si se tratara de una
administración en abierta y manifiesta oposición al régimen cubano, ya el
gobierno federal hubiera tomado cartas en el asunto y algunos alcaldes locales
no se estuvieran quejando de "falta de recursos y de respuestas" Lugares para
albergar masivamente a refugiados, no faltarían, ni el presupuesto tampoco y el
exilio estaría haciendo campañas para recoger donaciones de dinero, ropa,
alimentos y enseres para “ayudar a sus hermanos cubanos” En fin, que muchos que
fueron “ayudados” de tal forma, también han abarrotado durante años el
aeropuerto de Miami para regresar en cuanto les fue posible y si cambiaran las
cosas, aquello de viajar a Cuba mediante el escamoteo geográfico de usar “terceros
países” se volvería a poner de moda.
De manera que la
única realidad inmediata es que el “timing” de estos que emprenden un
recorrido inédito e incierto, sobre todo por el alto índice de peligrosidad y
riesgo que entraña, conspira contra ellos y pone en evidencia que no hay nadie,
aún, capaz de decir en alta voz y como se debiera las razones de todo lo que
está aconteciendo. Es mejor, “políticamente correcto”, dejar de hacer a los
culpables la pregunta de rigor, sencilla de por más: ¿por qué pretende
escaparse tanta gente del supuesto paraíso de donde vienen? Y si tal pregunta
no fuera respondida, quizás habría menos opositores a eliminar el embargo y más
a favor de reformar e inclusive, eliminar la famosa “Ley de Ajuste”
José A.
Arias-Frá.
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